samedi 22 janvier 2011

   yo solo quise creerme que era el único que adivinaba que le pasaba a Sophie por la cabeza. Que era el único que sabía apreciar la belleza de sus secretos de muñequita rusa, que ella sabía esto, y solo yo tenía el poder de hacerla sonrojar.
   Pero ella, aunque me seguía el juego, y escribía en paginas de diario que solo yo sabia hacerle sentir el amor, no sabia quien era, ni qué quería. ( y aunque yo tampoco lo sabía, yo no era tan valiente entonces como para preguntarmelo) A veces me lo confesaba, en las amargas horas de la madrugada, cuando le entraba el miedo de que amaneciera un día nuevo y no saber que hacer al levantarse. "Muestrame como soy" me decía, y yo no sabía hacer otra cosa que mirarle a sus grandes ojos de niña, y darle un beso de los tiernos, casi tanto como ella.
   Cuando la veía tan perdida me venía la tristeza. Ella era mi pequeña Oliver Twist, solo le faltaban las manchas de tizón en las mejillas. Un día quise que ese fuera el primer asunto que resolviera en mi vida (y quizás el último, ¿por qué no?). Me levante decidido, con la mandibula apretada, y mirada de hombre.
 Fui directo a esa papelería de la esquina, la de las estanterias de madera, y compré un gran mapamundi, de esos de colores, de los que pegaban a la pizarra en la escuela.
    Pegué sus fotos sobre Paris, Londres, Tokio, la savana, el circulo polar artico, nuestra Barcelona, una pequeña isla del caribe, Hollywood, Las Vegas, el río Nilo, Túnez, el amazonas... Lo perfumé todo con su aroma, y si te acercabas podías oir la música de su respiración.
   Fui a su casa a entregárselo, fingiendo ser atrevido, y esperando como respuesta que me revolviera el pelo y me diera un beso lento en la mejilla, como hacía cuando hacia algo que le gustaba de verdad.
    "ésta eres tu" ponía sobre el mapa con rotulador permanente. Abrío los ojos como platos, y le cayeron lágrimas amargas.
 Me di cuenta de mi error: no era resistente al agua

lundi 17 janvier 2011

15.

     Nos quedamos solas, como tantas otras veces. Y como tantas otras veces, me comía mis nervios a flor de piel. Mis dudas, escritas con las letras de todos esos bocetos de historias que habian acabado arrugados y heridos, llorando en la basura, al final querían estallar.
    Antes de empezar la película, Komugi me ofreció su comida, pero me alimentaba más el aire que le rodeaba. Recogió su pelo en un pequeño moño alocado. Su pelo negro, negro tan negro que hacia palidecer mis ilusiones. Era una geisha, con su dulce piel, con sus ojos tristes, con su boquita tan muda, con su cuello esbelto, sus hombros vergonzosos, sus pechos pequeños...
    Claro que ella sabía que le miraba de reojo, claro que cazó alguna de mis miradas furtivas, claro que le gustaba, claro que le hacia sentirse bella. Claro que fue ella la que callada extendió su mano a mi pierna, recogida en el sillón.
    Solamente Komugi podía adivinar que sentía, que se ocultaba bajo mi mirada, bajo mi falsa sonrisa.
    Me acerqué, y le miré en esos dos pozos que tenía por ojos, de pestañas espesas y perezosas. Dejamos de oir la música exaltante de Requiem for a dream, para mezclarnos... ¿y qué coño importaba esta sociedad? ¿Eras tú, jodida sociedad, la que pensaba acunarme esta noche? ¿la que me hiciera sacar fuerzas de donde ya no quedaban? ¿ Y que más daba que fueramos dos mujeres? Fueron sus caricias en la cintura, como jugaban sus manos pequeñitas a bajarse de mi ombligo, cómo me susurró en la nuca, lo que me hizo sentir viva ese día. Y besar sus labios tiernos, y creer que no quedaba nada que nos pudiera salvar, y que quizas fuera verdad que la piel no entiende de sexos.









(un pequeñito texto, para decir NO a la homofobia, y sí a la libertad de expresión)

lundi 10 janvier 2011

14.






      La única explicacion que se me ocurriría dar a lo que sucedió es que quizas Brunette no era Brunette esta vez. Que todos los silencios hubieran hecho un motín en su cerebro, o en su corazón, o donde quiera que estuvieran, y su boca, cansada de ser mordida una y otra vez por la timidez se hubiera aliado con ellos.
      Y Brunette, o su sombra impostora, sus labios traidores y sus pensamientos rebeldes, imaginó mirarlo cara a cara, y le dijo: te quiero, por muy raro que sea en mi.
      Ya hemos demostrado las personas una y otra vez que somos capaces de creer en cosas imposibles, como que la tierra es plana, o el amor nos puede salvar.
     "Guardame en tu bolsillo" Tenía impulsos de susurrarle mientras se sonrojaba, y ¡fíjjate si te quiero que me es igual que sea de la chaqueta o del pantalón! Me puedo hacer tan pequeñita que me escondería en un hueco en tu sonrisa.
      Ella ni sabia si no habia luchado o lo habia hecho hasta asustar, eso de querer debia ser un arte. Abstracto, eso sí.
      Se fue con su silencio a otra parte"donde estemos solos tu y yo, y nadie nos pueda molestar" y el silencio le prometió que la protegería de todas esas sensaciones dulces como el algodón de feria.
     El Silencio le curaba siempre las heridas de guerra. Pero... cuánto cuesta ya encontrarle en estos tiempos, en los que juega con ella a esconderse muy lejos.
      










perdón por haber estado (siempre en otra parte)... y por haber dejado de publicar a los poquitos que me leeis. Agradecería que comentarais, que los peces tienen hambre pero todavía no les ha dado por comer lectores, y mi moral de escritora necesita ser alimentada ;) Gracias siempre.