Está oscuro. Lógico, es de noche, la ultima noche del año. Pero ellos han decidido que mejor perder la memoria y no tener que recordar todo lo que pasó este año, y puestos a perder, perderse a si mismos en el baile de luces, que se distorsionan con el movimiento y los aleja de la realidad. Les incita a dar vueltas y vueltas sobre si mismos y que el invierno les azote en la cara al cerrar los ojos, caerse al suelo, y mojarse la ropa, y que ya nada importe, por que en apenas media hora serán de esas cosas raras y divertidas que nos pasaron el año pasado.
Estamos en la calle, que aunque parezca mentira, está vacía. Algunos estarán esperando frente al televisor para ver a cantantes pasados de moda que intentan volver a la gloria al ritmo de las campanadas, y otros quizas esten ya ebrios,emborrachando a sus pensamientos para que se tambaleen y no logren articular palabra.
No sabemos qué celebramos, a parte de no madrugar, asi que no sabíamos como vestirnos para la ocasión. No hay vestidos escotados ni lentejuelas, y diría que tampoco nada intimo del color de la vergüenza. La única corbata se encuentra anudada a modo de pañuelo sobre la frente de Amelia, despejandole el flequillo. Y tampoco tacones. ¡Bueno! ¡Sí! No me había dado cuenta. Komugi lleva sus tacones negros, los de mujer fatal, los que se pone para pisar ilusiones, tanto que acostumbrados a verla en dicha situación, más parece que llevara botas militares. Cómo me gusta.
Y nos sentamos en un banco de la avenida, uno cualquiera, para oir la madera crujir. Y la emoción la sentimos en cada poro, sin saber muy bien por qué, pero que tanto daría estallar en llanto o en risa, que al fin y al cabo no es tan diferente.
-Oh, que frío hace.- digo para romper un silencio que de pura monotonía ya no es incómodo.
Amelia me mira y asiente con una sonrisa. Sus pecas siempre me parecerán manchitas de Colacao, siempre le convertiran en una traviesa (la más tranquila que haya conocido, y yo con traviesas tengo larga experiencia.) Adrián lo niega, apretando los labios hasta que se le ponen blancos y fundiendose cada vez mas en el cuero de su cazadora negra.
-No os poneis de acuerdo. -Dice Komugi. -Echemos la temperatura a suertes...¡piedra, papel, tijeras, lagarto o Spook!. Y la risa surge a coro. Pero yo se que hace frío, que esta vez tengo razón.
Por la noche bailamos hasta que nos duelen los pies con las camareras de algun pub, nos tumbamos en el suelo, a Komugi se la lleva la melancolía muy adentro, bebemos el humo, respiramos el tiempo, mandamos callar a nuestros pensamientos... las manos del Rock en la cintura de Amelia, besos, nuestras cabezas sobre sus piernas, apagamos las velas de todos los cumpleaños que no hemos podido celebrar. Y empezamos un año sin pedirle nada nuevo, que ya sabemos por experiencia que no nos lo querrá dar.
(ultima aparición de este año. Pasarlo bien, comentar que aún no muerdo, y un beso a quien lea esto)
mardi 28 décembre 2010
dimanche 26 décembre 2010
12.
-¡dime, dime más cosas!
- Eres la persona mas incoherente que conozco.
- ¡Más!
- No se me ocurren más cosas que decirte, domadora de musarañas
Una risa estridente, si. Pero infinitamente mas fresca que las que él estaba acostumbrado a oir. Una risa de loca. Una risa fuera de lugar, que no parecía salir de su cuerpo.
Una forma de huir de ella misma. Una forma del valor.
Komugi dejo caer su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Suspiro y sonrisa. Mostrando la piel tibia de su largo cuello.
-Tienes ganas de besarme, lo sé.
Él se sorprendió. La verdad es que se le ponía la carne de gallina. Y esto hacia tiempo que había dejado de pasarle con las chicas con las que solía pasar las horas muertas.
- Ni se te ocurra que vas a poder aprovecharte de que este borracha, León.
- Tranquila, ya conozco tu forma peculiar de emborracharte.
No iba a besarla, y lo sabía.
León, nunca fue uno de nosotros, aunque tambien dejó su pequeña marca. El eterno amigo de Komugi, el que por primera la habia besado a los dos años. De naturaleza tímida y educada, pero de interior revuelto.
"Somos normales por que nos damos cuenta de que no lo somos" Tokio Blues, Haruki Murakami
(espero que os guste el nuevo personaje, que en realidad, fue de los primeros, por cierto...
¿te da miedo mi monstruo? contestame, como si jugaramos a mentir verdades
- Eres la persona mas incoherente que conozco.
- ¡Más!
- No se me ocurren más cosas que decirte, domadora de musarañas
Una risa estridente, si. Pero infinitamente mas fresca que las que él estaba acostumbrado a oir. Una risa de loca. Una risa fuera de lugar, que no parecía salir de su cuerpo.
Una forma de huir de ella misma. Una forma del valor.
Komugi dejo caer su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Suspiro y sonrisa. Mostrando la piel tibia de su largo cuello.
-Tienes ganas de besarme, lo sé.
Él se sorprendió. La verdad es que se le ponía la carne de gallina. Y esto hacia tiempo que había dejado de pasarle con las chicas con las que solía pasar las horas muertas.
- Ni se te ocurra que vas a poder aprovecharte de que este borracha, León.
- Tranquila, ya conozco tu forma peculiar de emborracharte.
No iba a besarla, y lo sabía.
León, nunca fue uno de nosotros, aunque tambien dejó su pequeña marca. El eterno amigo de Komugi, el que por primera la habia besado a los dos años. De naturaleza tímida y educada, pero de interior revuelto.
"Somos normales por que nos damos cuenta de que no lo somos" Tokio Blues, Haruki Murakami
(espero que os guste el nuevo personaje, que en realidad, fue de los primeros, por cierto...
¿te da miedo mi monstruo? contestame, como si jugaramos a mentir verdades
jeudi 23 décembre 2010
11.
-Ojalá tan solo fuera la nieve.
Komugi me habla en un suspiro. Un suspiro que juega a pintar volutas de humo, como las de todos esos cigarrillos que no me llegué a fumar.
-¿Cómo dices?- Son de esas frases, incompletas sin serlo realmente, las que no alcanzo a entender.
- Ojalá la Navidad solo fuera nieve, y tiempo entre las mantas por las mañanas.
- Bueno... en realidad, para mi la Navidad tampoco tiene tanto significado, el que le quieras dar.
- No te engañes, que se te ve la nostalgia hasta en las mejillas. La Navidad son recuerdos.
Un silencio incómodo. "No te engañes". No te mientas, no te compadezcas, no caigas... otra vez, es lo que quiere decir en realidad. Pues sí, ojalá solo fuera nieve. Pero nos pondremos un gorro de Papá Noel, o astas de reno si es necesario, y saldremos a bailar la falsedad, en un carnaval de hipocresía. Por que no queremos ser amargadas, ni que se nos presentes los fantasmas de la navidad pasada, presente o futura.
Uno de esos silencios en que se oyen los mordiscos que la tristeza le da a mi estómago, y nuestras sonrisas permanecen como en las muñecas de porcelana. Hasta que Komugi me consuela, siempre será mi geisha, con tanto misterio que no necesita ocultar con un pai-pai. Se acerca a mi en el banco de la estación de metro y me da un beso en el cuello, de esos que sabe que me encantan. Me río. Se lo devuelvo. No sabemos querer.
-Al menos la nieve es bonita, y si compramos un gorro con ciervos bordados, que nos tapen las orejas (y el rojo de la verguenza) consigamos imaginar que estamos en Laponia.
(a los pequeñitos seguidores de los amantes del frio y de Brunette, creo que dijeron algo de que se tenían que ir a ver a la familia, que ellos tambien cogían vacaciones, asi que no os extrañeis si no los podeis ver aqui. Las abuelas no tienen internet.)
( P.D.: Creo que mis pececitos tienen anorexia
"Estás loco, pero te diré un secreto: las mejores personas lo están" )
Komugi me habla en un suspiro. Un suspiro que juega a pintar volutas de humo, como las de todos esos cigarrillos que no me llegué a fumar.
-¿Cómo dices?- Son de esas frases, incompletas sin serlo realmente, las que no alcanzo a entender.
- Ojalá la Navidad solo fuera nieve, y tiempo entre las mantas por las mañanas.
- Bueno... en realidad, para mi la Navidad tampoco tiene tanto significado, el que le quieras dar.
- No te engañes, que se te ve la nostalgia hasta en las mejillas. La Navidad son recuerdos.
Un silencio incómodo. "No te engañes". No te mientas, no te compadezcas, no caigas... otra vez, es lo que quiere decir en realidad. Pues sí, ojalá solo fuera nieve. Pero nos pondremos un gorro de Papá Noel, o astas de reno si es necesario, y saldremos a bailar la falsedad, en un carnaval de hipocresía. Por que no queremos ser amargadas, ni que se nos presentes los fantasmas de la navidad pasada, presente o futura.
Uno de esos silencios en que se oyen los mordiscos que la tristeza le da a mi estómago, y nuestras sonrisas permanecen como en las muñecas de porcelana. Hasta que Komugi me consuela, siempre será mi geisha, con tanto misterio que no necesita ocultar con un pai-pai. Se acerca a mi en el banco de la estación de metro y me da un beso en el cuello, de esos que sabe que me encantan. Me río. Se lo devuelvo. No sabemos querer.
-Al menos la nieve es bonita, y si compramos un gorro con ciervos bordados, que nos tapen las orejas (y el rojo de la verguenza) consigamos imaginar que estamos en Laponia.
(a los pequeñitos seguidores de los amantes del frio y de Brunette, creo que dijeron algo de que se tenían que ir a ver a la familia, que ellos tambien cogían vacaciones, asi que no os extrañeis si no los podeis ver aqui. Las abuelas no tienen internet.)
( P.D.: Creo que mis pececitos tienen anorexia
"Estás loco, pero te diré un secreto: las mejores personas lo están" )
dimanche 19 décembre 2010
10.
Cuando Brunette estaba confundida, todas esas veces que no sabía lo que sentía, le pedía que la mirara, que la mirara fijamente. Así, en los ojos de él podía ver si sus propias esperanzas se estaban cayendo a pedazos, o si su mente quería sentir una alegría que no se podía permitir. Esos ojos eran su espejo. Pero cuando al mirarla, enarcaba una ceja, ya sabían bien los dos que eso era un misterio, de esos que no se resuelven y el tiempo se lleva a la tumba. Los misterios de Brunnete...
Empieza a caer la lluvia, pero ella quiere sentir. Sentir las gotas fugitivas recorrer su espalda, sentir un delicioso temblor, sentir miedo, ansiedad, emoción, que pasen de un mero pensamiento, se capaz de odiar o de querer de una puta vez. Pero ella no es más que otro de los gatos de la ciudad. Y los gatos no saben querer, solo restregarse contra los ladrillos de un edificio manchado por el humo, maullar a la luna, y perseguir peces invisibles en las luces de los charcos.
Sigue lloviendo. Suspira resignada. La lluvia tampoco ha funcionado, ni el invierno, ni el viento al correr, ni las luces de navidad, ni las canciones de Edith Piaf. "Abrázame fuerte", piensa, y siente el abrazo de todas las almas que estan tan perdidas como la suya. Y entre tanto abrazo no distingue el único real, que le conduce de vuelta a casa.
(¿cuantos peces comepoesías creeis que hay?)
lundi 13 décembre 2010
9.
A Amelia no le gustaban las historias de Chicos y de Chicas, de tópicos adolescentes, de lo que ya estaba de sobra salido. Quería barajar las posibilidades, quería creer que había algo más, y como no podía se refugiaba en sus silencios, en sus largas miradas, y cada una de sus pecas de chocolate era un pensamiento diferente, ¡ y mira que tenía pecas! Por aquellos tiempos nunca pensaba si creía en el amor, pero cuando alguien te dice que eres bonita, ya no tienes que pensar. Aun asi, cuando miraba a Adrian las cosas eran diferentes, eran de música y solos de guitarra.
Ella se estiraba sobre la hierba, y daba rienda suelta a su curiosidad, contestando a preguntas callada, y mirado como se iban sus ganas de bailar. Se quitaba los zapatos, despacito, para tener los pies mojados y marrones. A veces le asustaba su propio deseo de perderse en su pelo; y quería que las palabras no tuvieran intencion, ¡ni las miradas tampoco!, que fuera fácil interpretar, que las verdades estuvieran escritas y no tuvieran dobles significados.
Era egoista a veces: es la única persona a la que he conocido que pedía que la quisieran. Ella lo hizo una vez.
Se lo dijo a él, despues de mucho tiempo queriendo decirlo, en verdad, no creo que fuera a nuestro "chico" por nada en especial, tambien nos lo hubiera pedido a nosotras de haberlo necesitado.
- Alguna vez te han pedido que quisieras.
-¿Cómo me van a pedir eso? ¡No lo podría hacer!
-... Quiéreme
Y tanto que podía, y tanto que lo hizo, y tanto que se comió su orgullo las ganas de decirle que, por una vez y sin que sirviese de precedente, iba a obedecer.
Ella se estiraba sobre la hierba, y daba rienda suelta a su curiosidad, contestando a preguntas callada, y mirado como se iban sus ganas de bailar. Se quitaba los zapatos, despacito, para tener los pies mojados y marrones. A veces le asustaba su propio deseo de perderse en su pelo; y quería que las palabras no tuvieran intencion, ¡ni las miradas tampoco!, que fuera fácil interpretar, que las verdades estuvieran escritas y no tuvieran dobles significados.
Era egoista a veces: es la única persona a la que he conocido que pedía que la quisieran. Ella lo hizo una vez.
Se lo dijo a él, despues de mucho tiempo queriendo decirlo, en verdad, no creo que fuera a nuestro "chico" por nada en especial, tambien nos lo hubiera pedido a nosotras de haberlo necesitado.
- Alguna vez te han pedido que quisieras.
-¿Cómo me van a pedir eso? ¡No lo podría hacer!
-... Quiéreme
Y tanto que podía, y tanto que lo hizo, y tanto que se comió su orgullo las ganas de decirle que, por una vez y sin que sirviese de precedente, iba a obedecer.
samedi 11 décembre 2010
8.
No es que pidieramos milagros. Que ya nos creíamos adultos, y sabíamos que de esos no existían. Pero siempre nos quedó la duda de si podría haber sido algo más ¿no? Eramos siempre los mismos, buscando en el ruido la banda sonora de nuestra vida, buscando en las caricias algo que nos hiciera sentir.
Amelia, nuestra niña bonita, siempre la quisimos proteger de todos los males, era esa debilidad que transmitía, y sin embargo era la más fuerte de todos, y nunca vimos resquebrajarse su carita llena de pecas de porcelana. Y ella y Adrián, el chico Rock, cómo se amaban en sus silencios, cómo se amaban sin saberlo. Uno de esos secretos a voces que lleva el viento. Él era nuestro chico, nuestro hombre, siempre con su cazadora de cuero demasiado grande, nos protegia a todas de nosotras mismas, o al menos eso le hacíamos creer. No queriamos que se sintiera mal. Cuánto los pude echar de menos, casi tanto como lo hago ahora. Sobretodo a Komugi, nuestra pequeña geisha, con sus manos transparentes, siempre tuve miedo de perderla, parecía siempre estar a punto de desaparecer, para que alguien guardara su recuerdo entre algodones; menos cuando reía, cuando reía con ganas y nos salpicaba a todos su alegria.
Cuantas cosas viví con ellos...
Amelia, nuestra niña bonita, siempre la quisimos proteger de todos los males, era esa debilidad que transmitía, y sin embargo era la más fuerte de todos, y nunca vimos resquebrajarse su carita llena de pecas de porcelana. Y ella y Adrián, el chico Rock, cómo se amaban en sus silencios, cómo se amaban sin saberlo. Uno de esos secretos a voces que lleva el viento. Él era nuestro chico, nuestro hombre, siempre con su cazadora de cuero demasiado grande, nos protegia a todas de nosotras mismas, o al menos eso le hacíamos creer. No queriamos que se sintiera mal. Cuánto los pude echar de menos, casi tanto como lo hago ahora. Sobretodo a Komugi, nuestra pequeña geisha, con sus manos transparentes, siempre tuve miedo de perderla, parecía siempre estar a punto de desaparecer, para que alguien guardara su recuerdo entre algodones; menos cuando reía, cuando reía con ganas y nos salpicaba a todos su alegria.
Cuantas cosas viví con ellos...
mercredi 8 décembre 2010
7.
- El botón de aquel vestido de niña buena
- un botón de payaso.
- el botón que se le cayó a aquel chico del metro
- un boton anacarado
- el botón de un camison
- el de un pijama de hospital
- el botón enorme de un vaquero
- el botón de sobra de sus Uggs de lana
- un botón del abrigo sobre el que siempre caia la nieve
- uno azul que guarda en homenaje a Coraline
- un par de botones con forma de fresa
- un botón negro brillante para atraer urracas
- un botón con una sonrisa pintada
- un botón de abrigo de señora que parece de concha
- un botón de la cazadora de aquel chico tan grunge
- un botón con cara de elefante
- un botón con muchos agujeritos...
Komugi tira por fin la caja de latón, se desliza entre sus manos como si fuera viento, como si en verdad fueran los recuerdos. Los ve sumergirse uno a uno en el agua, y convertirse en peces dorados, que dibujan sombras. Los peces hacen carreras al olvido, queriendo tener un público que apueste al ganador: mira por alli va el primer beso, ¡que rápido aquel regalo de navidad!, yo voto por que sus ojos sera el primero en desaparecer...
Y media vuelta, a calzarse las manoletinas, a dejar de sentir la grava. Quiere olvidarlo todo, conservar solo los recuerdos que duermen bajo su almohada.
En el prado, a donde va arrastrando su bolso, que de vez en cuando triplica su tamaño, para guardar abrazos, está esperando Amelia, con su mirada inquisitiva.
-Nada.
Se detiene en sus ojos expresivos, con sus pestañas cálidas.
-Nada.
http://www.youtube.com/watch?v=OyC7WXAkxx0
http://www.youtube.com/watch?v=dxB2x9QzXb0&feature=fvw
(aun no se como poner bien los videos, monstruos y tecnologia, es lo que tiene, pero verlos por favor, merece la pena tanto como oir una de las conversaciones visuales de Amelia)
http://www.youtube.com/watch?v=dxB2x9QzXb0&feature=fvw
(aun no se como poner bien los videos, monstruos y tecnologia, es lo que tiene, pero verlos por favor, merece la pena tanto como oir una de las conversaciones visuales de Amelia)
mercredi 1 décembre 2010
6.
Él es un amante del Rock and Roll, un buen amante, a cualquier lugar, en cualquier hora, sin importar la ocasión. Solo hay tres cosas a las que él ame : a la música Rock, a Amelia, la niña que habla con sus pestañas, y al frío. Aseguraría que no busca ese aspecto de duro que lleva consigo, aseguraría que ni siquiera lo es, eso me lo contó un dia su almohada, asi que se queda en secreto. No quiere que hurguen en sus secretos, que averiguen que de verdad quiere, que no es frío como el hielo, que daría lo que fuera por "las chicas", y que lo hace, siempre y cuando ellas no se den cuenta, que el apostaria toda la nieve del mundo por dibujar en el la frente de Amelia con la punta del dedo.
Y sus recuerdos favoritos son de mañanas de domingo, bailando con el pelo despeinado y arrastrando el borde del pijama por el suelo, y correr por el bosque de la casa de los abuelos, gritando como un indio, y de todas las veces que ha volado en sus sueños.
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